14.11.19

Making a candidate / Crear un candidato

Según Van Dijk, la manipulación discursiva es un tipo de discurso que se define desde una perspectiva social, como una forma de ejercer el poder/dominación mediante.

Se encuentra inscripto en las márgenes de las dimensiones cognitivas, identificando qué significa la dimensión del control mental de la manipulación.  Estas dimensiones cognitivas siempre aluden a un conjunto social, nunca a uno individual, enfocando una autopresentación positiva frente a la presentación negativa de los “Otros”, expresando de este modo un conflicto ideológico.

Entonces, el punto de quiebre de este artículo toma como eje la manipulación discursiva y la creación de un conflicto ideológico social. Para ello cabe hacerse la siguiente pregunta:

¿Cómo se hace para transformar a un candidato a presidente en alguien elegible de cara a las elecciones nacionales, cuando ese mismo candidato había sido denostado por su precariedad en el discurso y su falta de información sobre temas cruciales en elecciones anteriores?

Proceso de elaboración del candidato

·         Mejorar su conocimiento de los temas centrales necesarios para gobernar un país.

·         Tomar clases de oratoria, que incluyan la incorporación de una lágrima siempre presta a brotar del discurso. Quiebre la voz, toda vez que le resulte posible. A la gente le gusta eso.

·         Generar capacidad para apelar al nombre: el apellido debe estar puesto como garantía de buen comportamiento y regla.

·         Mencionar que los hijos llevan ese mismo nombre y que la exposición del mismo es un equivalente para la honestidad y la transparencia.

·         Modificar ciertas conductas familiares que pueden resultar perjudiciales para el objetivo final. En lo posible, evitar la exposición de un padre político con saldo negativo y de una esposa que –preocupada por el futuro incierto de los jardineros puerta a puerta– ignore que su marido y candidato votó contra el trabajo rural regulado.

En cambio, resultará más efectivo que la esposa reparta listas, y ostente actitudes de buena ciudadana, subiéndose a alguna que otra escalera para descolgar cartelería partidaria tras las elecciones. De ese modo mostrará que los ricos también pueden instalarse en el lodo.

·         En lo posible, el candidato vestirá sencillamente, “de pueblo”, e instalará ciertas mentiras como verdades. Dirá que viene a levantar al país de la ruina, y a sacarlo de la crisis.

Claro, que ni en el país está en ruinas, ni hay crisis, pero una vez que el making up del candidato esté en marcha, él podrá decir lo que quiera y será dado por válido.

Cuando el acceso al poder le haya entregado las llaves del discurso controlado, podrá decidir qué decir, cómo y cuándo. Con esto tendrá acceso a las mentes de unos cuantos y, como ya es sabido, controlar la mente equivale a controlar la acción.

Las personas que no puedan dilucidar lo que va detrás de la imagen, probablemente olviden, incluso ignoren, que el candidato nunca votó (en su calidad de legislador) ni una sola ley vinculada a la agenda de derechos. Dijo no a la ley de integridad de las personas trans, no a la ley de interrupción del embarazo, no a la creación de la UTEC, no a la ayuda para reproducción humana asistida, no a la ley contra la violencia de género, y muchas otras negativas más.



Lo que importa es lo de adentro, pero también lo de afuera

El candidato es un paquete que viste y habla de modo que algunos puedan entender y otros –convenientemente– no. En el control del discurso que ostenta por poder, tirará cifras erróneas, dando por sentado que muchos de los que escuchan lo que él dice, no serán luego masa crítica que buscará coincidencias o disidencias entre lo dicho y lo hecho.

Cuando lo que se instala en el medio político es la mera imagen de un candidato, que aprende de oratoria pero solapa leyes que pueden generar impacto y costo –como la Ley de urgente consideración que piensa implementar pero que no es capaz de definir– la sociedad toda se juega mucho más de lo que puede decidir.

Cuando la gente compra que el flujo de lo dicho vale más que lo no dicho, se está en peligro. Ni qué decir, si el candidato se fusiona con otros muchos y firman acuerdos que no se explicitan de un modo cristalino.

En cuestiones educativas y de derechos, es posible que el candidato vaya para adelante y para atrás, implemente una salida de la representatividad docente, lo fije por escrito, lo borre, pero no lo rectifique. ¿Se entiende? Explico secuencia:

1.      Representantes docentes, fuera, con voz pero sin voto.
2.      Los docentes se alzan y exigen explicaciones.
3.      Candidato recula y borra lo antes escrito. Pero el candidato, ¿deja sentado que esa representatividad será respetada?

¿No?

Ya lo dijeron Luis y Beatriz: el documento es un compromiso de lo que se va a hacer, pero no dice nada respecto a lo que no figura en ese documento. Si algo genera resistencias, se tira para afuera (la representatividad docente, los liceos militares). Después, llegado el caso, se podrá aplicar o no. Pues el compromiso en ningún lado aclara –eso hay que admitirlo y dimensionarlo– que aquello que no aparece en sus páginas, no se hará.

Por eso, a falta de diez días para la elección, va siendo momento de terminar de mostrar las cartas, de cantar, flor, truco, falta y resto.

Vale 4.

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